Entrevista con el chef Pablo González-Conejero (Cabaña Buenavista, Murcia)

Por Redacción

‘Un embajador llamado Jumilla’ narra en cinco capítulos la aventura gastronómica del chef Pablo González-Conejero en Rjukan (Noruega) de la mano de la DOP Jumilla, con un tono divertido e informal

¿Se puede reinventar nuestra gastronomía mirando en los ojos ajenos? ¿Podemos redescubrirnos viajando hacia lo diferente? Hemos dejado atrás a nuestra gente, nuestras tapas, nuestra vida en la calle y el calor de nuestro sol para viajar de la mano de Pablo González-Conejero en este periplo sin rumbo fijo. Una reflexión sobre nuestra tierra con la distancia como compañera.

Esta segunda parte de la campaña ‘Y el Sol se hizo vino’ de la DOP Jumilla está basada en la relación gastronómica de los vinos con la comida en sus términos más radicales. Por ello, han querido que uno de los mejores cocineros de España, el murciano Pablo González-Conejero, se enfrentara a buscar en un país tan diferente, cultural y gastronómicamente al nuestro, como Noruega, los lazos que nos unen.  

Hemos charlado con González-Conejero, chef de Cabaña Buenavista, restaurante con dos estrellas Michelín y tres soles Repsol, sobre su experiencia y aprendizajes rodando este documental.

¿Por qué llevar los Vinos DOP Jumilla a Noruega?

La campaña versa en torno a ‘El vino del sol’, que podemos decir que es el vino de Jumilla, el sitio donde más sol hay de toda Europa. Nos fuimos al pueblo donde menos sol hay de Europa. Un pueblo muy curioso, ya que nunca da el sol. Se encuentra en un valle, entre desfiladeros de montañas, que por su altura, el sol nunca llega a dar.

Hace unos años instalaron unos espejos en las montañas, donde se refleja el sol y ése es el haz de luz que da en la plaza. Es una historia muy curiosa.

Menuda experiencia de viaje, ¿no?

Fue muy bonito. Un viaje donde trabajamos mucho, pero de verdad que mereció la pena. Vas muy arropado, ya que normalmente no viajas con tanta gente, es un viaje donde todos nos convertimos en ese pequeño embajador que llevamos dentro y disfrutamos mucho de Noruega y de su gente. Nos trataron fenomenal y visitamos muchos lugares.

¿Pueden cultivar productos allí?

En Noruega hay sol, obviamente, pero en este pueblo no. Solamente ese reflejo de esos espejos, ahí es donde se ve lo bonito de la campaña, pusimos un sol enorme en la plaza del pueblo, como promoción de nuestra tierra y quedó espectacular.

¿Cuántos habitantes tiene este pueblo?

Muy poquitos. Es un pueblo muy pequeño. Esa tarde no había nadie, hacía mucho frío. Únicamente nos encontramos a un periodista que pasaba por la plaza y nos preguntó qué hacíamos allí.

Puedo contar muchas anécdotas del rodaje, yo nunca había vivido uno de estas características. Yo era un niño con zapatos nuevos. Imagínate las largas jornadas de trabajo, eran duras. El equipo de rodaje se iba a seleccionar las piezas grabadas y los demás, estábamos por equipos en cabañitas y puedes imaginarte… Uno hacía la compra en el súper que había en el pueblo, y allí me ves a mí cocinando en medio metro cuadrado, con un fuego únicamente, para darle de cenar a todo un equipo. Fue muy divertido.

¿Cómo es cocinar a 10 grados bajo cero?

Cuando grabamos la cena final, me vine arriba. Compramos un pescado, lo limpié fuera, e hicimos el cordero en un horno de brasas en el exterior. Es una secuencia muy divertida mientras cocino, canto, limpio el pescado, pero por el simple hecho de entrar en calor de alguna manera. Obviamente, no se ve, pero tenía el abrigo en un lado y cuando decían “CORTA” me ponía el abrigo rápidamente y así fue todo el rodaje.

¿Qué diferencia hay entre la cocina noruega y la española?

Pudimos ver que hay un problema grave de pérdida de identidad. Un asalto de franquicias de comida rápida un poco desmesurado. Están perdiendo ese producto autóctono, como vemos en el episodio de “Trabajo de Campo”. Es verdad que es difícil, la agricultura se les complica mucho, y pesca sí que tienen, pero ganadería tienen poca.

¿Te has traído algún ingrediente para incluir en los platos de Cabaña-Buenavista?

El salmón me sorprendió, porque no están superiores a lo que podemos encontrar aquí.

Es un país muy difícil, por horas de sol, por temperaturas. A las 6 de la tarde no hay ni un alma en la calle.

¿Y cómo eran los vinos de allí?

No tienen, no hacen vino. Ellos solo importan, y se quedaron encantados con los vinos DOP Jumilla. Les gustaron mucho y, sin pretenderlo, se montó una fiesta. Es lo que tiene esa parte de la gastronomía: el vino todo lo junta y une a los idiomas.

¿El mestizaje enriquece la gastronomía?

Por supuesto que enriquece, primero, al cocinero como persona. Hay gente que dice que es “El mejor del mundo” ahí te das cuenta de que no ha salido, tenemos que saber qué hay detrás de una frontera, qué se come, qué gente hay. Eso te enriquece, te forma personalmente y profesionalmente.

Yo llevo viajando muchísimos años, precisamente por esto; por “ser algo más de lo que eras antes”.

¿Habrá otro país donde llevar los vinos de Jumilla?

No lo sé, pero conociendo la apuesta que está haciendo la DOP Jumilla seguro. Jumilla hace no demasiado tiempo eran vinos a granel, y han dicho “vamos a reinventarnos, vamos a aprovecharlo”. Jumilla lleva esa evolución imparable. Recientemente conocimos esos 100 puntos Parker en uno de sus vinos.

Es muy probable que se planten otros retos, ya que Jumilla está imparable. La DOP Jumilla puede presumir de esa innovación.

Escoge 5 ingredientes antes una hecatombe…

Atún, puerro, vino DOP JUMILLA, ñoras y arroz.

El documental se puede ver en el canal YouTube “Vinos de Jumilla” (acceso directo a difusión documental: https://youtube.com/playlist?list=PLFFWMU7TgwWr-Gtne9golABkw4MGa73mW) y en la página web: https://jumilla.wine/y-el-sol-se-convirtio-en-vino/

Sobre la Denominación de Origen Protegida Jumilla

La Denominación de Origen Protegida Jumilla posee una tradición vitivinícola que se remonta a los restos de vitis vinífera — junto a utensilios y restos arqueológicos— hallados en Jumilla originarios del año 3.000 a.C., siendo los más antiguos de Europa.

La zona de producción, en altitudes que varían entre los 320 y 980 metros y surcada por sierras de hasta 1.380 metros, la delimitan, por un lado, el extremo sureste de la provincia de Albacete, que incluye los municipios de Hellín, Montealegre del Castillo, Fuente Álamo, Ontur, Albatana y Tobarra; por el otro, el norte de la provincia de Murcia, con el municipio de Jumilla. Un total de 22.500 hectáreas de viñedo, en su mayoría de secano, y en vaso, ubicado sobre suelos predominantemente calizos. Las escasas precipitaciones que apenas alcanzan los 300 mm al año y las más de 3.000 horas de sol permiten unas condiciones idóneas para el cultivo ecológico, mayoritario en esta Denominación.

www.vinosdejumilla.org  

@vinosjumilla

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